Pocas personas son tan versátiles como mi amigo Nelson Balzan. Nelson es una de esas personas que puede trabajar en cualquier rol. Algo así como un “jack of all trades”, un comodín. Organiza, programa, diseña, de todo un poco. Su versatilidad solo es superada por su gran serenidad.

Una vez, otro de mis compañeros le pidió a nelson que le mostrara como reproducir un bug en la aplicación en la que trabajamos. Antes que Nelson terminara de mostrarle todos los pasos, nuestro compañero empezó a gritarle insultos y groserías. Nelson esperó a que terminara y solo le contestó: “Bueno, lo seguimos después”.

En otra ocasión le pregunté si los chicos en la escuela no lo molestaban con su nombre. No porque sea raro, sino porque el bully de los Simpsons, se llama igual. Fiel a su estilo, me dijo que algunas veces le decían “Nelson? Como Picket” o “Nelson Mandela?” pero que no, que nunca le había afectado las cosas que dicen los niños. Ahora de grande, entiende que los chicos pueden ser muy crueles a veces.

Sin embargo, me confesó que en algunas ocasiones, los otros chicos de su escuela lo habían molestado más de lo apropiado. Y hubo una vez en la que finalmente, respondió a las provocaciones…

No fue hasta entrado los 20 años, en una reunión de la escuela, que Nelson pudo tomar venganza de lo que había ocurrido en su niñez. A esta reunión, habían ido todos sus ex compañeros, no faltó ni uno. Uno de esos compañeros era Sebastían Muñoz. Sebastían era un tipo grandote, de esos que escupen cuando hablan, te abrazan por el cuello. Repite dos veces cada remate de chiste y hasta tres si no te reís, un tipo brusco. Todos sus chistes hacían alusión a la des inteligencia femenina o tenían como personaje principal a un “puto”. En fin, el bully de la escuela.

La reunión no tenia ni una hora de haber empezado y Sebastían ya había contado tres anécdotas donde lo habían maltratado a Nelson. “Te acordás gordo, cuando te pusimos caca en la mochila?”, decía Sebastían mientras buscaba complicidad en la mirada de los otros. “Y la vez que te bajamos los pantalones y te los rompimos sin querer?”, “o la vez que te escribimos esas cartitas de parte de Lucia?”. Cada anécdota terminaba en una carcajada fuerte y ruidosa, pero Nelson, no se movía, estaba estoico.

“Sebastían”, dijo finalmente Nelson, todos se callaron. “Te acordás que a vos te gustaba jugar al StreetFighter? Y habremos tenido unos 7 años cuando Esteban de 15, te preguntó si no preferías usar su pene en lugar de joystick y lo hiciste? y, en ese momento no entendíamos qué pasaba, pero ahora es bastante claro que vos lo estabas masturbando?”.

Sebastían se levantó de la silla tan rápido que esta salió arrojada hacia atrás y se le notaba en la mirada que iba a matar a Nelson. Pero para cuando dió su segundo paso, todos los recuerdos de ese día le pegaron de golpe. Todas las sesiones de psicólogo, las pastillas, los viajes de retiro, todo lo que había hecho para superar ese momento se habían desvanecido al instante. La mirada de sus compañeros horrorizados, algunos se estaban enterando lo sucedido y otros lo habían bloqueado por completo. Todo esto fue demasiado y no tuvo más opción que derrumbarse en el piso y llorar desconsoladamente.

Nelson, tomó un sorbito de su vaso y lo dejó sobre la mesa, buscó su campera y se fue. Lo último que recuerda de esa reunión son un montón de gritos a sus espaldas.