Ese dia había comido un pastel de papas y carne que me había caído mal. Lo compre hecho en una roticería. No me gusta comprar comida hecha, porque siempre tengo la idea de que no lavan bien los ingredientes. Hace un tiempo había comprado una tarta de verduras. En uno de los mordiscos que hago, siento algo medio durito y al primer mordisco pensé que tenia nueces. Al segundo mordisco, para cuando voy abriendo la boca, me doy cuenta que es lo que estaba masticando. Me doy cuenta por el sabor. Aunque nunca lo había probado antes, me entendí en ese momento que era una catanga. Escupí todo y vi las pruebas del insecto sobre la mesa. Cada vez que me acuerdo me dan nauseas. Pero esta comida que no parecía estar hecha a base de insectos, me había dado acidez y el mal recuerdo.

La comida es todo un tema para mi. Los últimos meses vengo aumentando mucho de peso. En parte porque compro mucha comida hecha y mucha harina. Hace algunos meses me decidí a salir a correr. Al menos tres veces por semana cuatro kilómetros. Lo hago bastante seguido, pero esta última semana había estado por demás ocupado y no había salido ningún día. Así que salí a correr pese a mi malestar.

Sin embargo esta vez fue más dolorosa que las anteriores. Ni bien termino la primer cuadra, me doblo el tobillo terriblemente. Años atrás, me corté uno de los tendones del tobillo. No es algo grave, pero cada tanto hago un mal movimiento y me doblo tanto la articulación que el choque de los huesos de la misma me genera un dolor que me hace traspirar y me da palpitaciones. Solo acordarme la vez que me doble por primera vez me produce estos efectos. Me tuve que volver a mi casa.

Me puse hielo y me fui a dormir. Pese a que estuve tranquilo por unas horas, una de las gatas se me acostó arriba. No importaba como me acomodara o cuanto la echara de la cama. La gata volvía y se colocaba sobre mi panza. Pareciera que el animal tuviera una habilidad sobre natural para encontrar mi vejiga y hacer la presión justa para que tenga que ir al baño.

Finalmente eché a la gata con fuerza y decisión. Cansado, resignado, mal dormido, con nauseas, hinchado, con los tobillos doloridos, con ganas mear, tirado en la cama veo que Liza entra en la habitación, con cara de asustada y sosteniéndose la panza. En ese momento, en que todas estás sensaciones y dolores se habían juntado, y que tanto dolor como incomodidad me afectaban al mismo tiempo, hice una proyección de lo que había sido el embarazo para ella en estos nueve meses. Me sentí una persona capaz de entenderlo todo y sin esperar a que me dijera algo le dije, “Ahí junto el bolso y pido en taxi, en quince salimos para maternidad”

Continuará.

Parte 2